En un trágico recordatorio de la negligencia y falta de transparencia gubernamental, las familias de los 63 mineros atrapados en la mina 8 de Pasta de Conchos, expresaron su profundo dolor y frustración tras una reunión virtual con funcionarios federales el miércoles 12 de junio.
La reunión a distancia, vía digital,, encabezada por la Secretaria de Gobierno, Luisa María Alcalde, pretendía informar sobre el hallazgo de restos óseos en el sitio, pero terminó generando más dudas y desconfianza entre los familiares.
Elvira Martínez Espinoza, viuda de uno de los mineros, no ocultó su indignación. «No hay organización, no hay sensibilidad. Las familias deben estar informadas desde el más mínimo detalle, pero todo se oculta», afirmó con firmeza.
La falta de información y la negativa de las autoridades a admitir la realidad han llevado a las familias a un punto crítico de desesperación.
Elvira Martínez, cuyo esposo Vladimir daba mantenimiento a las máquinas en la mina 8, describió la angustia de ver como objetos personales como una bota y un envase de refresco, encontrados días antes, fueron presentados a través de una pantalla mucho después de su hallazgo.
«No hay señales de explosión donde fueron localizados», comentó, destacando la confusión y la incertidumbre que rodean el incidente.
Las familias, cansadas de 18 años de espera y promesas incumplidas, han decidido retomar las guardias en el campamento exterior de la mina. «Ya no hay confianza en las autoridades.
Necesitamos estar presentes, vigilar y asegurarnos de que cada esfuerzo en la búsqueda y recuperación de nuestros seres queridos se haga con respeto y diligencia», declaró Elvira.La desconfianza no es infundada.
Durante 18 años, las familias han enfrentado la omisión y el encubrimiento, situaciones que solo han profundizado su dolor y resentimiento. «Si quieren tener nuestra confianza, deben construirla, y hasta el momento solo ha habido omisiones», señaló Elvira Martínez Espinoza.
El llamado de estas familias es claro: necesitan una tercería, un representante de las familias presente en el mando único, que participe activamente en los trabajos de búsqueda y recuperación. Este acto de transparencia y empatía podría ser el primer paso hacia la reconciliación y la justicia que tanto anhelan.
La historia de Pasta de Conchos es una herida abierta que solo sanará con la verdad y la justicia. Mientras tanto, las familias seguirán luchando, vigilando y esperando, con la esperanza de que un día sus seres queridos reciban el respeto y la dignidad que merecen.