El carbón rojo de Coahuila

#NDC

Nilda Treviño

#RegionCarbonifera

En el libro «el carbón rojo de Coahuila, aquí acaba el silencio», de la autoría de Elvira Martínez Espinoza, Esmeralda Saldaña Saldaña, Rodrigo Olvera Briseño Jorge Omar Ballesteros y Cristina Auerbach, presenta siete capítulos, un prefacio, conclusiones y notas, donde destaca una frase «por una cuerda de vida para los mineros del carbón y sus familias».

En este libro quedan impresas historias de dolor y tristeza, además de la tragedia por la muerte de los mineros de diferentes tragedias, entre ellas la de Pasta de Conchos.

Se narra la manera en como se juzgo a algunas viudas , por adquirir determinados bienes o vehículo, sin detenerse en saber que existe el caso de una joven, hija de un minero, que fue víctima de violación e intento de asesinato y tras la muerte de su padre, su madre siguió con su lucha que su padre comenzó, para que su hija se pudiera recuperar, con el anhelo de llevarla a su hija con médicos particulares y que recibiera la terapia que el Instituto Mexicano del Seguro Social, no podía darle.

Otra historia es la del muchacho más joven que murió en Pasta de Conchos, quien contaba con 19 años de edad y estaba registrado en el Instituto Mexicano del seguro Social con un salario de cien pesos con 46 pesos.

Historias como la de la señora Olivia Martínez briceño cuyo hijo murió en el pozo de carbón «La Espuelita», y ahora ella al quedar desamparada, porque su hijo era su único sustento, se ve en la necesidad de laborar como pepenadora, en minas de barroterán.

En este libro están documentados los pronunciamientos que realizaron las familias, para que se para que se llevaran a cabo auditorías, revisiones exhaustivas, donde quedara comprobada la negligencia y hoy a 18 años, esto queda vez más claro: «los enterraron todavía con vida».

Hay un testimonio que viene citado textualmente, con fotografías en este libro, es un testimonio de Héctor Leija, quien señala que días antes de la explosión, en el libramiento que se utilizaban para los trabajadores, para llegar a las frentes de trabajo, quitaron las vigas de fierro y pusieron de madera y esas vigas de fierro, se las llevaron a las frentes, para reutilizarlas, porque sin esas vigas de fierro, no se podía avanzar y cada vez querían gastar menos en seguridad, también quitaron vigas del cañón de regreso y eso era muy peligroso, porque la mina se podía venir encima, pero ellos decían que rescataban material, cuando en realidad lo que hacían era ahorrar dinero.

El mismo Héctor Leija, narra del turno previo a la explosión es decir el 19 de enero del 2006, había laborado en el segundo turno y estaban dañados el malacate y las telesillas, así que bajaron a pie hasta donde tenían que laborar, se le asignó cambiar el minero IBS, del cañón de regreso a la banda, revisar el minero 2 que estaba fallando y también el Shuttle card, que estaba ponchado, alli trabajaron tumbando carbón, porque además de lo anterior, la locomotoras 1 y 2 estaban dañadas, una dentro de la mina y la otra fuera, así que no había cómo sacar el mineral.

Cuando terminó su turno y salió de la mina reportó verbalmente a los mecánicos del turno de tercera, todos los problemas que habían tenido y que había mucho gas, todo estaba mal no servía nada del equipo.

Nunca imagino que no los volvería a ver.

Estos y muchos datos más contiene este libro, que narra como el oro negro sigue cobrando vidas.

Curiosamente ahora en este sexenio que está a punto de concluir del Gobierno Federal asegura haber localizado ya a 13 de los 63 mineros que quedaron atrapados desde hace 18 años sin pruebas de ADN sin haber entrado a las galerías antiguas pero ellos ya se colgaron un triunfo.

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